Quedé esperando mejor servicio en Thymus
No estoy seguro como se pronuncia Thymus, por eso me alegra estar escribiendo sobre este restaurante de Buenos Aires y no hablando sobre él en alguna conferencia (por si alguien pregunta: no, yo no doy conferencias, pero si me doy aires de importancia)
Había recibido buenos comentarios de este local, de su cocina de autor y, claro, de su Chef: Fernando Mayoral. Y debo ser honesto, la comida me impresionó. Por un lado, todos los ítems de la carta podían ser reducidos de tamaño para armar una degustación de tres o seis platos.
Por otro lado, tenían, en la carta, la opción de la pesca del día. Me gustó que cuando fuimos nos dijeran que no tenían porque ese día no había llegado pescado fresco. Eso me dio confianza de la frescura de los ingredientes de la cocina. Pescado era lo único que faltaba del menú.
Nos ofrecieron dos amuse bouche y un vino de tomillo que disfrutan todos sus clientes. Un gesto que aprecio en cualquier local. La carta tenía pocas opciones pero eran todas acertadas, y se notaba una preocupación de mantener ofertas de temporada.
Disfruté la comida, acompañada de un buen Pinot Noir (ya dije en otra ocasión que desgraciadamente olvidé anotar el viñedo). Todos los platos estaban bien preparados y sazonados. Las temperaturas eran las adecuadas, los sabores sorprendentes y las presentaciones simples pero agradables. Es por esa cocina que me atrae la idea de volver y por la que recomiendo una visita.
Sin embargo, hay también una razón por la que dudaría volver. Yo siempre conocí al servicio bonaerense como eficaz, de meseros profesionales, llenos de gracias y gentilezas que eran la envidia de cualquier restaurateur latinoamericano. Desafortunadamente, en Thymus se desinteresaron del buen servicio. Me imagino que para darle un aire más informal y juvenil decidieron contratar meseros jóvenes de buena presencia. Desafortunadamente olvidaron entrenarlos para que el servicio sea eficiente, como en cualquier otro establecimiento de la capital argentina. Es cierto que fuimos un lunes y era temprano. Cuando nos fuimos había una sola otra mesa ocupada. Pero eso no justifica que nuestra mesera se relaje en la cocina o en el bar hablando con sus compañeros de trabajo. Yo no soy de los que prefieren que los meseros se encarguen siempre de rellenar mi vaso de vino, agua, cerveza, o bebida. Pero si me gusta que lo hagan de vez en cuando. Me gusta cuando yo tomo un sorbo de mi vaso y, antes que me dé cuenta que está casi vacío, alguien me lo rellena. En otras palabras, un buen mesero es aquel que está siempre presente, pero uno no lo nota. Muy al contrario de quienes servían en Thymus: a ellas no se las notaba porque no estaban presente.
En todo caso recomiendo una visita a Thymus. Yo pienso volver. Queda en la calle Lerma, número 525, del barrio de Palermo. Espero que la siguiente vez encuentre mejor atención. Sin embargo, una mala señal de la filosofía del local sobre el servicio al cliente es el hecho que no les haya encontrado un sitio web.
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