El Efecto Cuchuflí
Muchas veces, caminando por el centro de Santiago, o esperando el cambio de luz de un semáforo aparecen los vendedores callejeros vendiendo higos, alcachofas o tunas, dependiendo de la temporada. Pero los infaltables en cualquier época del año son los vendedores de cuchuflí, aquel barquillo relleno con dulce de leche, especialidad latinoamericana. Alguna vez cometí el error de comprarlos en la calle. Los problemas potenciales son dos:
- Humedad. En el contacto del húmedo dulce de leche con la masa crocante, siempre es el primero el que triunfa. Con el tiempo, los barquillos se vuelven elásticos y chiclosos. El cuchufí debería ser rellenado y consumido inmediatamente.
- El “efecto cuchuflí”. Bajo ese nombre lo leí en un artículo alguna vez. Es el problema de presentar un barquillo untado en sus dos extremos con dulce de leche, pero con el centro absolutamente vacío.
Es a esa estafa a la que quiero dedicarle unas líneas. Desafortunadamente, no es una costumbre que exista solamente con estos dulces populares. Hace una semana compré unos ostiones congelados, pues junto con unas machas y camarones cociné una pasta con salsa de mariscos.
Yo siempre reniego que los ostiones en el mercado chileno sean tan pequeños. Estoy familiarizado con los que se consumen en el exterior, particularmente los Estados Unidos. Son grandes y por tanto al cocinarlos es fácil mantener el centro crudo y jugoso. Son ostiones que se pueden grillar o ahumar y quedan perfectos. También son lo suficientemente grandes para laminar y servir con sashimi.
Pero lo realmente preocupante es comprar un paquete de vistosos ostiones y descubrir que tienen una recubierta de hielo que les dobla el tamaño. Preocupante por que uno los encuentra en cualquier supermercado y con el nombre y la marca en un bonito envase al vacío. Ya sé que al ordenar un soufflé, el comensal esta comiendo aire aromatizado, pero al menos en su momento está pagando por la pericia y paciencia del cocinero. En el caso de estos ostiones, nos están vendiendo agua. Nos están vendiendo el 50% de un producto en agua. Es a esto que yo llamo el efecto cuchuflí.
¿Es que estamos tan acostumbrados a que nos estafen que lo aceptamos sin reclamar? Aparentemente ni siquiera mostramos nuestro descontento dejando de comprar dicho producto. ¿Vienen así todos los ostiones que encontramos en los mercados? Me pregunto si a la empresa empacadora le importamos como consumidores o si al menos se dan cuenta de la pésima política de atención al cliente que tienen. Si alguna empacadora fuera honesta y vendiera el peso real de los ostiones, debería mandar a la quiebra a todas las tramposas. ¿Cómo reclamamos los clientes? O al menos, ¿Cuándo reclamamos?
Es tiempo de esperar mejores productos, y de reclamarlos. Si el efecto cuchufí es parte de nuestra idiosincrasia, pues lo que necesitamos es mejorar nuestra cultura.
2 Comments:
Bueno, yo hago cuchuflis,los hago en la noche para venderlos al siguiente día, pero sí me ocurre lo del manjar que se pone elastico, demasiado blando, etc, pero lo del efecto cuchufli jamaaaaaas jaja, es mordido y ya derrama manjar y bueno estoy buscando una forma de que no se hagan taaan blancos como chicles :/ eso, muuuy buen comentario!
Por dos
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