Sabor y Gusto Parte 3: Salado y Ácido
Uno de mis recuerdos de infancia, cuando cuereaba los primeros años de escuela, era siempre el retorno a casa. En una de las paradas del transporte escolar, aprovechábamos todos (o al menos los más traviesos) de bajarnos a recolectar grosellas verdes de los árboles de algún vecino. El resto del trayecto lo pasábamos desafiándonos mutuamente a comer las ácidas frutas sin hacer caras. Las que sobraban tenían mejor destino, pues las acompañábamos con sal. Lo salado y lo ácido son gustos que combinan muy bien. Grosellas con sal es un ejemplo, otro es Tecate con Limón y Sal (como se lee en pancartas comerciales mexicanas)
El ácido en la cocina, entro sus muchos usos, sirve para “cortar” la grasa. Es decir, la suaviza en nuestro paladar. La grasa tiende a cubrir nuestra lengua y paladar, creando una capa que hace que el resto de los sabores resbalen sin darnos una buena oportunidad de apreciarlos. Por otro lado, la sal, dicen, intensifica los sabores ya presentes.
En efecto, es este el que nos permite reconocer los sabores de un vino. Primero, al olerlo, reconocemos ciertos aromas característicos. Por ejemplo, la madera (tabaco o humo). En la boca, siguen presentes esos aromas, pero los complementan unos más específicos, como el chocolate o la pimienta.
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